Antes de meternos de lleno en los trabajos capitulares estamos viviendo unas jornadas de espiritualidad salesiana que están poniendo serenidad y calor en el inicio de un acontecimiento que quiere ser del Espíritu. Antes que otra cosa, nos sentimos llamados a vivir con pasión el Evangelio y a centrar la vida en Dios. Don Bosco nos inspira y su historia en estos lugares son el mejor contexto desde el que iluminar el momento que vivimos personal y congregacionalmente.

Porque Valdocco es tierra de santos. Es un lugar privilegiado, una eclosión del Espíritu, una atalaya desde la que respirar el aire puro de la autenticidad evangélica y divisar horizontes anchos hacia los que caminar con el alma henchida por una espiritualidad sencilla y comprometida. Aquí la santidad está hecha de cotidianidad, pintada de alegría y preñada de esperanza. Aquí nació un manantial. Aquí está la fuente y el agua es más fresca y más pura. Aquí se cree en los milagros porque se multiplica el pan y nunca falta el vino de la fiesta.

Porque Valdocco es la periferia del mundo. El extrarradio de cualquier ciudad por donde se pasea a menudo la desesperanza y donde los sueños se truncan a fuerza de realismo. Un lugar en las afueras de la historia donde Dios se subió por los andamios y fue, para los pequeños y los pobres, puerta abierta, pan partido y un futuro tocado con la punta de los dedos.

Porque en Valdocco se acercó un poco más la tierra al cielo. En su descampado, el viento suave del Espíritu cicatrizó heridas y devolvió dignidad a los pobres hijos del pueblo. En medio de la noche, una tenue luz alumbró la esperanza en el corazón de los olvidados y el calor del hogar abrigó sus soledades. Dios se hizo abrazo paterno y materno a la vez para que sus hijos no olvidaran que hay siempre un manto cuajado de estrechas bajo el que cobijarse cuando aprieta el frio.

Porque en Valdocco hubo un hombre enviado por Dios, cuyo nombre era Juan. Hizo de aquel prado su casa y del arrabal su compromiso por transformar el mundo. Su corazón, grande como las arenas de las playas, cobija aún hoy a miles y miles de jóvenes del mundo entero a los que se les siguen humedeciendo los ojos si alguien les cuenta que, de veras, hubo pan – y paraíso – para todos cuando, en un lugar perdido de las afueras de Turín, Don Bosco fue bendición para todos sus muchachos.

Jornadas de espiritualidad salesiana en Valdocco. Un regalo. Un compromiso.

Saludos cordiales desde Turín.